
Detrás de cada innovación, hay una historia de perseverancia. Hace 22 años, en 2003, cuando aún estaba en quinto de secundaria, construí el robot humanoide Kiam IV. En una época en la que el acceso a internet no era fácil y mi mamá era el único sustento de la familia, utilicé solo mi creatividad y mis escasos recursos para dar vida a un robot de 1.20 m de altura. Este proyecto, que me tomó un año entero de dedicación, podía mover sus brazos, girar la cabeza, agacharse, desplazarse y manipular objetos con sus manos en forma de pinza. Fue un símbolo de tenacidad.
Mi historia y la de Kiam IV, junto con la de sus sucesores, ASIMOV (el primer robot humanoide peruano con IA, 2015) y Wirabot (el primero con IA avanzada, 2018), son una prueba de que la verdadera innovación surge del ímpetu personal.
El Origen de un Sueño: Los Primeros Pasos
Mi gusto por la robótica es algo con lo que nací. Mi mamá cuenta que a los 2 años ya creaba figuras con bolitas de papel, y a los 5, armaba pequeños robots con cajas de fósforos. A los 11 años, en la feria de ciencias del colegio, vi un robot de 15 cm presentado por un grupo de alumnos de secundaria. Estaba lleno de una maraña de cables, pero aun así, era el proyecto más llamativo. Al verlo, me hice una promesa: “El próximo año haré un robot, ¡y será uno grande!”.
El desafío era enorme. No sabía casi nada de electricidad o electrónica y no tenía acceso a internet. Pero tenía algo a mi favor: las ganas de hacerlo. Durante 7 meses, me sumergí en la experimentación empírica, desarmando juguetes para entender sus mecanismos. Así, en la feria de ciencias de 1999, presenté a Mike III, un robot a control remoto que podía avanzar, retroceder y usar sus manos tipo pala. Fue mi primera experiencia en un concurso distrital de la USE 03 (hoy UGEL).
Un Reto Personal: La Promesa de Demostrar lo Contrario
Aunque no gané ese año, seguí participando. Fue en una de esas competencias donde, esperando los resultados, una de los jurados dijo una frase que me marcó profundamente: “Los proyectos que se realizan en equipo son los que obtendrán el éxito; los proyectos que se realizan solos sucumben en el vacío”.
Para un estudiante que siempre había trabajado solo —no por elección, sino por no encontrar a otros con la misma pasión—, esas palabras fueron un golpe. Sentí que, por más que me esforzara, mi trabajo no sería reconocido. Pero en lugar de desanimarme, esa frase encendió en mí un deseo aún mayor: demostrarle a ella, y a mí mismo, que estaba equivocada. Sabía que algún día ganaría la USE 03 por mi cuenta.
La Creación de Kiam IV: Un Año de Dedicación y Sacrificio
Llegó quinto de secundaria, mi último año, y decidí que era el momento de crear algo memorable. Me puse la meta de construir un robot humanoide mucho más avanzado. Fue un año de dedicación total. Mi rutina consistía en trabajar en el proyecto desde las 9:00 a.m. hasta las 2:00 a.m., incluyendo sábados y domingos. Mientras mis amigos salían, yo me quedaba en casa, enfocado en mi creación.
El mecanismo de movimiento se basaba en un complejo sistema de hilos, similar a una marioneta interna, que a menudo se rompían por la tensión. La noche antes de la feria, el robot aún no estaba pintado. Fue un momento increíble cuando mi mamá y mi hermana aparecieron de madrugada y se pusieron a pintar conmigo para que todo estuviera listo.
El día de la exposición, llevé al robot de 1.30 m, envuelto en un plástico negro, al laboratorio de física. Cuando lo descubrí, se hizo un silencio absoluto en el salón. Mis compañeros y el profesor me miraban asombrados. Hice una demostración: controlé el robot para que le entregara una bola de papel a un compañero. El alivio que sentí al ver que ningún hilo se rompió fue inmenso.
La Recompensa a la Perseverancia: El Triunfo en la USE 03
La noticia se esparció por el colegio. Me inscribieron directamente en el concurso distrital, y una semana antes, Canal 4 me entrevistó para su noticiero matutino. La cámara le dedicó más tiempo a mi robot que a cualquier otro proyecto.
El día de la premiación fue uno de los más felices de mi vida. Cuando me llamaron como ganador de la USE 03, los organizadores me entregaron el premio y me dijeron, sorprendidos: "¿Qué? ¿Solo tú eres? Habíamos preparado doble canasta porque pensamos que era un grupo numeroso. ¡Bien por ti!". En ese momento, sentí que todo el esfuerzo había valido la pena. Había cumplido mi promesa.
A continuación, comparto un vídeo rescatado de un VHS de la noche de talentos del colegio de esa época:
Video obtenido de un VHS de la noche de talentos 22 de Noviembre del 2003, Colegio Santísima Trinidad
De un Sueño de Colegio a una Realidad Profesional
Lo que sueñas de pequeño, lo puedes realizar de grande. Años después, al momento de decidir sobre mi maestría, me enfrenté a una duda común: ¿debería continuar con mis sueños o buscar un camino más convencional? Recordé todo lo que había logrado y tomé mi decisión: haría la maestría en robótica. No quería pasar mi vida haciendo algo que no me apasionara.
Hoy, como gerente de mi propia empresa, NFM Robotics, he inaugurado mi laboratorio de robótica, un lugar que me recuerda constantemente por qué empecé. Mi misión es desarrollar tecnología peruana, innovar en la industria nacional con robots "Made in Perú" y ser un referente. Si de pequeño pude hacer algo que parecía imposible, ¿por qué ahora, con más conocimientos, no podría revolucionar el Perú y el mundo?
Es mi mayor deseo que cada joven innovador peruano encuentre la fuerza para seguir adelante, sabiendo que su trabajo es valioso y que la perseverancia es el verdadero motor del cambio.